
En ese primer instante cuando veo que mi conexión falla tengo que confesar que empiezan los sudores fríos. Veo esa imagen y enciendo y apago, enciendo y apago. Ahora va, ¡bien! Voy a poner la lista de spotify de adolestreinta. Mierda, se paró Paquita la del barrio.
Me entran sudores fríos y tengo que admitir que mi casa se parece mucho a este video... puta pelí de terror.
A veces mi conexión a Internet pone a prueba mi creatividad y claro, me aburro tannnnto que tengo que rellenar mi tiempo de alguna manera. Afuera llueve como si alguien se hubiera dejado la ducha abierta. Gracias huracán Gonzalo. Gracias.
Eso me demuestra la teoría de que pasamos muchas horas enganchados a esa tarea tan extenuante de estar hiperconectados. Y cuando no podemos entretenernos en la red ¿en qué invertimos el tiempo?
Principalmente en cosas que no sean productivas en absoluto.
En un día de sin Internet, mal tiempo y profunda soledad en el hogar lo primero que hago por la mañana es poner música alta, muy alta, demasiado alta, dolorosamente alta.
Después bailo. Sí, bailo mucho sola en casa. Y si me vengo arriba (cosa que pasa mucho, que yo soy mucho de venirme arriba) me animo a ponerme una copita de vino. ¿Quién dijo que tenía que estar un sábado en un antro para hacer mis mejores movimientos?
A ritmo meneo estas caderas salerosas y me meto en la ducha. Es ahí cuando siento que me he subido al escenario/tarima más alta y el champú me sirve de micro improvisado para soltar un gallito tell it to my heart y entremedias de mi very well fandango. Con la humedad y el agua caliente mis escalas se agudizan, doy esa media vuelta rompedora de tantas miradas y mi ego aumenta justo hasta que en un tris meto un resbalón que no sólo me recuerda que al triunfo y al fracaso los divide una línea fina, sino que me pone los pelillos como escarpias porque no me abierto la cabeza de milagro. Enjuago y salgo.
Si creíais que aquí acaba mi momento de gloria, nada más lejos de la realidad. Ahora toca secador... nada envidia al mejor video de beyonce.
Ese aire, esa fuerza y esos movimientos. No hay quien me pare... Y claro, llevo un ratazo cuando me doy cuenta que te llevo 20 minutos para vestirme y voy a coger un resfriado. Suenan los aplausos. Se me apagan los focos imaginarios y vuelvo a la realidad.
Es el momento de ponerme a hacer cosas por la vida y, aunque no apago la música la bajo unos decibelios. Todo sea porque los vecinos no me escupan en la cara cuando salga hoy de casa.
¡Qué efímera es la fama!
Eso me demuestra la teoría de que pasamos muchas horas enganchados a esa tarea tan extenuante de estar hiperconectados. Y cuando no podemos entretenernos en la red ¿en qué invertimos el tiempo?
Principalmente en cosas que no sean productivas en absoluto.
En un día de sin Internet, mal tiempo y profunda soledad en el hogar lo primero que hago por la mañana es poner música alta, muy alta, demasiado alta, dolorosamente alta.
Después bailo. Sí, bailo mucho sola en casa. Y si me vengo arriba (cosa que pasa mucho, que yo soy mucho de venirme arriba) me animo a ponerme una copita de vino. ¿Quién dijo que tenía que estar un sábado en un antro para hacer mis mejores movimientos?
A ritmo meneo estas caderas salerosas y me meto en la ducha. Es ahí cuando siento que me he subido al escenario/tarima más alta y el champú me sirve de micro improvisado para soltar un gallito tell it to my heart y entremedias de mi very well fandango. Con la humedad y el agua caliente mis escalas se agudizan, doy esa media vuelta rompedora de tantas miradas y mi ego aumenta justo hasta que en un tris meto un resbalón que no sólo me recuerda que al triunfo y al fracaso los divide una línea fina, sino que me pone los pelillos como escarpias porque no me abierto la cabeza de milagro. Enjuago y salgo.
Si creíais que aquí acaba mi momento de gloria, nada más lejos de la realidad. Ahora toca secador... nada envidia al mejor video de beyonce.

Ese aire, esa fuerza y esos movimientos. No hay quien me pare... Y claro, llevo un ratazo cuando me doy cuenta que te llevo 20 minutos para vestirme y voy a coger un resfriado. Suenan los aplausos. Se me apagan los focos imaginarios y vuelvo a la realidad.
Es el momento de ponerme a hacer cosas por la vida y, aunque no apago la música la bajo unos decibelios. Todo sea porque los vecinos no me escupan en la cara cuando salga hoy de casa.
¡Qué efímera es la fama!
1 comentarios:
Me quedo con dos momentos: El primero ese de "que yo soy mucho de venirme arriba" y el segundo "momento beyonce con el secador" Porque a) si que nos venimos arriba Lorringa que nos conocemos y nos matamos alla donde vayamos! y b) porque beyonce sin ese pedazo de ventilador delante luciria menos!! ARTISTA!! TE ESHO DE MENOS!!
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