Ayer volví a ver la película El club de las primeras esposas. Me encanta ese momento de venganza en el que se declaran completamente hartas de ser mangoneadas y claman por Justicia (véase a partir de 33:37). Como regalo aquí la tenéis...
En la última escena recuerdan una actuación que realizaron en la universidad que es un canto a la liberación. Vamos, un ¡vete a la mierda! pero más folclórico. Un final redondo. No es que sea una joya del cine, pero a mí me divierte.
También da mucho que pensar. Yo soy una persona que perdono porque literalmente se me olvidan las cosas y aunque quisiera vengarme no soy capaz de volver a saber el por qué de mi enfado. Me encantaría ser capaz de poder tomarme una revancha como esta.
Luego claro, cuando dices algo así siempre ahí alguien que te dice: ¿la venganza no es algo infantil?

No lo creo, la venganza que se nota y la que está mal hecha sí es una chapucilla, pero la que queda bordada... eso es todoooooo un arte. Una vez compartí piso con un gato (y su dueña, claro) que se rebozaba en mis sábanas limpias cada vez que podía porque no le dejaba entrar en mi cuarto. Luego más tarde se sumó el tirarme la ropa tendida al suelo. El muy canalla sabía distinguir perfectamente cual era mi ropa entre todas las del tendedero y jugaba a ir esparciéndolas o escondiéndolas por la casa. En lugar de rencor me reía a carcajadas, no de las putadas, sino de él porque era el gato más torpe que he conocido en mi vida. Nunca caía de pie, se pegaba hostias contras las puertas semiabiertas y no sabía correr derecho. Gato con tara.
(Fliki, cabrón, allá donde estés que sepas que te debo una)
El caso es que los pequeños suelen ser grandes manipuladores y, en ocasiones, son los que mejor se vengan. ¿Cómo enfadarte con un niño adorable que aún no sabe distinguir la línea entre el bien y el mal? Pues eso que se aprovechan de la situación porque más de uno sabe latín, nos tienen caladitos y a edades muy tempranas. Facultad que perdemos cuando nos hacemos mayores. Una pena...

Por lo visto, lo que más nos gusta de vengarnos es que la persona que lo recibe sepa que hemos sido nosotros los que le hemos causado el daño. Un JAJAJA maligno y en su cara. Ese momento de la Venganza de Don Mendo cuando descubren quién es. Pues sí, tiene que molar y mucho.
Así que nada, esta semana os propongo que os venguéis de aquel compañero de trabajo que tanto coraje os da y os tiene hasta el mismísimo, bestias pardas. Eso sí, a vosotros os dejo la elección de si queréis dejarle un post-it con vuestra firma. Yo por mi parte voy a ver si cojo un cubo de agua, una máquina de rasurar y localizo a Fliki.
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