Para mí, doña brillos por excelencia, era mi noche sin lugar a dudas: lentejuelas, brillos y taconazo... Aunque echando la vista atrás casi recuerdo más mis llegadas a casa... helada de frío (porque no me digáis por qué, pero yo ese día salía con una chaquetita), descalza (porque por muy cómodos que sean 10 horas de baile al ritmo de Rafaella Carrá y Raphael no hay pies que los resista) y deslucida (tanto brillo, tanto brillo para acabar llegando con el típico collar hawaiano en la cabeza, el rimmel corrido y un último intento de haberme repasado los labios) ¡Un show, vamos!
Por supuesto cuando te levantas el día 1, ya sea para comer en familia o para morirte directamente, te das cuenta que has depositado todas las esperanzas del año en una noche,y que como el año sea así... prepárate que las vas a pasar canutas.
Este año me siento especialmente rara. Tengo tantas ganas de que acabe el 2014, como miedo de que empiece uno nuevo. No sé si dar carpetazo definitivo a algunas historias interminables, o dejarlas ahí, para que de vez en cuando aparezcan por Navidad, recuerde esas esperanzas y esa alegría que suponía la llegada del año nuevo.
Quién sabe... lo mismo este año, cambio brillo y lentejuelas, por pijama y sueño reparador. Quien sabe... lo mismo un despertar diferente, puede hacer que este 2015 sea diferente.
¡Feliz año adolestreintas!
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