Llega un momento en la vida de todo adolestreinta que se
precie en el que hay que elegir entre seguir buscando el amor o retirarte del
mercado. Y aquí una servidora, en vista del éxito de mis últimas citas y no
citas, he decidido decantarme por la segunda opción. Y no es que me acabe de
caer de un guindo, que ya sé hace mucho tiempo que el amor para toda la vida no
existe, pero lo que sí tengo claro es que un polvo de una noche se ha
convertido en un auténtico aburrimiento.
No sé si es cuestión de suerte, si estoy demasiado cerrada
al amor o si es porque tenía que haber nacido 100 años antes, cuando los
hombres CONQUISTABAN literalmente a las mujeres, pero el caso es que he llegado
a un punto en el que me resulta absolutamente imposible tener una relación, por
muy banal que sea, con esos extraños seres del sexo opuesto.

Como la superstición no es lo mío, por desgracia tampoco me
puedo agarrar al conjuro que nuestro querido @alfonsocasas cree haber recibido
de Maléfica. Ni tampoco a los consejos de mi entorno, que no me sirven porque
he aprendido que los pedimos innecesariamente cuando lo que queremos es,
simplemente, verbalizar nuestra rallada. Pero hay algo peor, y es que no puedo
echarle la culpa solo a los hombres de mis problemas para relacionarme con
ellos, ya que una enooorme parte de este problema que sufrimos tantas
adolestreintas en la actualidad se debe a la actitud de mis congéneres.
Que quede claro que no descarto que la rara sea yo, pero de
verdad que alucino con el morro que le echan algunas al asunto. Puede que sea
la clave para ligar en este milenio, pero sinceramente considero que los tiempos
no han cambiado tanto, y que, de la misma manera que nuestros antepasados
mantenían relaciones sexuales durante el noviazgo (aunque la mayoría lo
hicieran en secreto) los hombres siguen siendo hombres y cuando quieren algo
van a por ello. Pero está claro que “ello” nunca soy yo.
Como no tenía nada que perder por intentarlo, en los últimos
meses he intentado ser un poco más lanzada, pero fallé estrepitosamente en el
intento y me di cuenta de que loba se nace. Entonces decidí abrirme algo más a
esos pretendientes a los que siempre habría rechazado, pero una no puede
engañarse a sí misma.
Así que decidí centrarme en otras cosas y dejar de intentarlo.
Y entonces lo vi claro.
La perspectiva –y un amigo sincero– es lo que tiene.
Y es que habiendo miles de chicas fáciles, ¿qué chico va a
intentarlo con una difícil?
2 comentarios:
Yooooo!!! - Espera, cuál era la pregunta?... XD
A menudo los momentos clave en que estas cosas del amor aparecen son dos, a saber:
1. Cuando estás con alguien.
2. Cuando pasas de todo.
Estos dos mandamientos se resumen en uno: El que busca NO encuentra!
Pero vamos que el ser una chica difícil suele ser precisamente una buena baza, no? Si entendemos por difícil, curiosa, interesante y menos accesible de lo normal. Ojo! es una delgada línea que se traspasa una tarde tonta de cervezas en una mesa con un comentario inocente que transforma lo curioso en friki, lo interesante en incomprensible y lo inaccesible en pasotismo.
Pero si no, no merecería tanto la pena esforzarse. Que merece la pena esforzarse, cohona!
Jajajaj me ha encantado todo!!!
Efectivamente yo nunca busco, encuentro. Al menos apropiado, tb es verdad pero no lo he buscado así que quedo libre de toda culpa!!!
Y sí, me considero interesante. Y sí, se me puede ir de las manos con un par de copas. Y sí, odio a las lobas y no me uniré a su manada ni aunque me paguen. Y... Sí? Merece la pena esforzarse? Creo q lo haré cuando algún chico interesante deje de perder el tiempo con las lobas...
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